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Purgatorio

Cuando me encuentran yo no soy

Y pasé por ahí. A mi lado izquierdo diversos locales de 'fayuca' Llévelo desde 10 pesos, Lentes para sol $30, Canasta de Basquet $50, Balón de futbol $40...

No era muy tarde, tal vez serían las 2:00 pm, el tráfico era algo lento debido a que había varias camionetas con mercancía a los lados de la calle, por cierto, muy angosta. Las construcciones de las casas convertidas hoy en comercios eran de un estilo antiguo pero que es el ícono de la época de los 60's. Construcciones muy altas con largas ventanas que comenzaban apenas unos 40cm arriba del piso, con un pequeño marco de cantera hoy resanado con yeso y con un enjarre que debido al salitre se está cayendo. La herrería en color negro que protege las ventanas también es característico junto con las esbeltas puertas de madera bastante maltratadas ya.

La gente pasaba por la banqueta con sus bolsas llenas de chucherias, chucherías de Taiwan que tal vez no soportarían más de 2 días antes de descomponerse y saldría mas barato comprar uno nuevo que arreglarlo.

Conforme iba avanzando en el carró el paisaje iba cambiando, poco a poco fueron menos los comercios en las banquetas, bueno, me refiero al comercio de chucherías Taiwanesas, dichos comercios fueron mutando en otros también de chucherías pero no precisamente Taiwanesas. Las 'casas de citas' asi como los 'bares de ambiente familiar' adornados con obesos de bigotillo, una gran cadena, un gran reloj y lentes polarizados que estaban parados afuera de la puerta vendiendo 'su' mercancia.

Entonces pasé frente aquella casa que me hizo pensar en muchas cosas. Era una casa con su gran ventana protegida con herrería. Debido al tamaño de la ventana se podía ver en el interior de la casa. Unas cortinas que alguna vez fueron blancas y ahora estaban todas polvosas colgaban de la parte superior, al fondo unos sillones también llenos de polvo y una pequeña mesa al centro. No había adornos, era frío, estaba tan solo. La silueta de estas cortinas terminaban donde empezaba la silueta de dos personas, dos mujeres. Una morena delgada y otra morena regordeta paradas a los costados de la ventana se asomaban como dos niñas a las cuales sus padres no las dejan salir a jugar a la calle. Su mirada era como temerosa e impaciente, una de ellas, la delgada, tomaba con su mano derecha una parte de la cortina polvosa esperando a que alguien igual de solitario que ella llegara a hacerle compañía y le cobrara por ello.

Pared. Casas pintarrajeadas. Lineo. Ya no las vi más. Ellas nisiquiera se percataron de pasé por ahí. Realmente no creo que se percaten de la presencia de las personas. No creo que confíen en algo más allá del dinero. No creo que tengan sueños. No creo que se sientan mal en ese lugar tan solo. No creo.... no creo que se sientan mal siendo los adornos de una vitrina gigante.

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